¿Que quien soy? Y eso que mas da. Mi nombre no importa, se olvidará y se perderá junto a mil más.
Unos a otros nos aplastamos para poder entrar en ese paraÃso presente llamado recuerdo.
Mi memoria ya no es lo que un dÃa fue, tampoco mi cuerpo. Se ve desgastado por el paso de la aguja del reloj que nos condena a todos.
La demencia se muestra cada vez mas presente sobre mi cabeza. Las fatales y horribles colateralides de estar muriéndose.
El tiempo apura, asà que es mejor que aligere mis palabras. Pensaba hablar de alguien. Una persona que brilla como lo hace la estrella polar cuando trata de guiar a los marineros hacia la costa cuando la tormenta azota sus frágiles vidas.
La conocà cuando era joven y alocada, cuando lo único que importaba era reÃr.
Una risa sonora adolescente que terriblemente estaba acuchillada por un terrible No de alguien superior que desaprobaba y ahogaba la libertad de nuestras jóvenes almas.
En los dÃas aburridos y monótonos de una escuela apagada y alejada de la creatividad. Conocà a una chica.
Sus ojos impregnados de fuerza, invitaba a la monotonÃa a ser probada. Bañada de infantil valentÃa observaba las hojas del calendario caer y caer.
Mis jóvenes ojos la miraban con gran admiración, no era amor, ni envidia lo que sentÃa. Simplemente, idolatraba su forma de ver la vida, tan viva y a la vez tan muerta.
Un mundo nuevo que descubrir y que hallar, lleno de misterio y sombrÃa niebla. Amaba su forma de contar las cosas, historias llenas de metáforas, misterios y desamores adolescentes empapados de sentimientos puramente novelescos.
Y por supuesto que su belleza interior irradiaba sabidurÃa, extraño en años adolescentes.
Soñando partir de la oscuridad y del dolor, pasábamos las horas jugando a soñar despiertos.
Pero que te podÃas esperar, mientras las otras niñas se preocupaban de la talla de sus pantalones, ella empapaba sus horas leyendo poesÃa, estudiando los fenómenos del espacio y la maravillosa atracción de la psicologÃa. EscribÃa bonitas historias que mas tarde decoraba con sencillos dibujos de acuarela. Era una chica solitaria que nunca probó los labios de ningún hombre. Angelicalmente me relataba los sueños de la noche pasada, pero, debo confesar que nunca logre sacar de sus labios una misera palabra sobre sus pesadillas.
Unos a otros nos aplastamos para poder entrar en ese paraÃso presente llamado recuerdo.
Mi memoria ya no es lo que un dÃa fue, tampoco mi cuerpo. Se ve desgastado por el paso de la aguja del reloj que nos condena a todos.
La demencia se muestra cada vez mas presente sobre mi cabeza. Las fatales y horribles colateralides de estar muriéndose.
El tiempo apura, asà que es mejor que aligere mis palabras. Pensaba hablar de alguien. Una persona que brilla como lo hace la estrella polar cuando trata de guiar a los marineros hacia la costa cuando la tormenta azota sus frágiles vidas.
La conocà cuando era joven y alocada, cuando lo único que importaba era reÃr.
Una risa sonora adolescente que terriblemente estaba acuchillada por un terrible No de alguien superior que desaprobaba y ahogaba la libertad de nuestras jóvenes almas.
En los dÃas aburridos y monótonos de una escuela apagada y alejada de la creatividad. Conocà a una chica.
Sus ojos impregnados de fuerza, invitaba a la monotonÃa a ser probada. Bañada de infantil valentÃa observaba las hojas del calendario caer y caer.
Mis jóvenes ojos la miraban con gran admiración, no era amor, ni envidia lo que sentÃa. Simplemente, idolatraba su forma de ver la vida, tan viva y a la vez tan muerta.
Un mundo nuevo que descubrir y que hallar, lleno de misterio y sombrÃa niebla. Amaba su forma de contar las cosas, historias llenas de metáforas, misterios y desamores adolescentes empapados de sentimientos puramente novelescos.
Y por supuesto que su belleza interior irradiaba sabidurÃa, extraño en años adolescentes.
Soñando partir de la oscuridad y del dolor, pasábamos las horas jugando a soñar despiertos.
Pero que te podÃas esperar, mientras las otras niñas se preocupaban de la talla de sus pantalones, ella empapaba sus horas leyendo poesÃa, estudiando los fenómenos del espacio y la maravillosa atracción de la psicologÃa. EscribÃa bonitas historias que mas tarde decoraba con sencillos dibujos de acuarela. Era una chica solitaria que nunca probó los labios de ningún hombre. Angelicalmente me relataba los sueños de la noche pasada, pero, debo confesar que nunca logre sacar de sus labios una misera palabra sobre sus pesadillas.
Pero, dejando apartada toda esa luz que transmitÃa. Un dÃa se fue, para siempre, corrió y cayó.
Su luz se apagó, se fue, sin decir adiós. Su alma nos abandonó y prefirió viajar a otra lejana estancia en la que uno conoce lo que significa la felicidad y no conoce el dolor. Nunca supe el porque, nunca tuve idea de la causa de la muerte. Un accidente, tal vez.
Su luz se apagó, se fue, sin decir adiós. Su alma nos abandonó y prefirió viajar a otra lejana estancia en la que uno conoce lo que significa la felicidad y no conoce el dolor. Nunca supe el porque, nunca tuve idea de la causa de la muerte. Un accidente, tal vez.
Hoy en dÃa en mi madurez, se que hubo algo más y que sus pesadillas sin contar y los miedos que mostraba eventualmente fueron algo más. ¿Asesinato? Quien sabe...
Después del terrible incidente, no hubo entierro. La policÃa se llevo el cuerpo y desapareció. Nadie de la familia lo replicó... Mi rencor hacia ellos sigue igual de presente.
Su luz, que como una vela gradualmente se iba apagando quedo guardada dentro de mi, y es por eso que ahora, en mis últimos momentos, mis últimos recuerdos, os muestro una historia.
Después del terrible incidente, no hubo entierro. La policÃa se llevo el cuerpo y desapareció. Nadie de la familia lo replicó... Mi rencor hacia ellos sigue igual de presente.
Su luz, que como una vela gradualmente se iba apagando quedo guardada dentro de mi, y es por eso que ahora, en mis últimos momentos, mis últimos recuerdos, os muestro una historia.
Un misterio, un hombre y el nombre de SofÃa.
Continuará... Tal vez...
*Este pequeño y no muy talentoso fragmento ha sido titulado "Persephone" porque la figura de Persephone es vinculada mitológicamente con la muerte.*