CapÃtulo 4.
Eran las cuatro y media cuando me desperté de la siesta.
HabÃa pasado tres horas sumida en un total sueño. Miré a mi alrededor y noté que Taylor no estaba en la habitación, lo cual me extrañó. Ya que hace un par de horas me encontraba acurrucada junto a él en esta misma cama.
Eran las cuatro y media cuando me desperté de la siesta.
HabÃa pasado tres horas sumida en un total sueño. Miré a mi alrededor y noté que Taylor no estaba en la habitación, lo cual me extrañó. Ya que hace un par de horas me encontraba acurrucada junto a él en esta misma cama.
Taylor entró por la puerta de la habitación con el cepillo de dientes en la mano, las gafas empañadas y el pelo mojado.
Instantáneamente, me tiré a la cama para hacer como si todavÃa durmiese.
Taylor vestÃa una toalla atada a su cadera que cubrÃa todo su cuerpo, dejando el dorso al aire. Su pelo estaba mojado, y con delicadeza frotaba el cepillo contra sus dientes poniendo divertidas muecas enfrente del espejo de la habitación.
Yo le observaba atenta, con los ojos medio cerrados para que no me descubriera. La verdad es que Taylor estaba realmente irresistible, su dorso era precioso y ese toque de rebeldÃa en su pelo le hacia parecer mas interesante.
En ese momento simulé que me despertaba frotándome los ojos. Abriendo enormemente la boca, simulando un bostezo.
-Ya estás despierta. Me dijo. -En marcha, ¿que te parece si vamos a dar una vuelta por la ciudad?
Sonreà y me dirigà a la sala de estar a ponerme los zapatos. Me peiné un poco y, tranquilamente, cogà la chaqueta dispuesta a salir por la puerta.
Él, mientras tanto, se vestÃa con rapidez en la habitación.
Cuando terminó, yo ya le esperaba en el portal jugueteando con el picaporte de la puerta. Se agitó el pelo por última vez, y cogió las llaves.
Instantáneamente, me tiré a la cama para hacer como si todavÃa durmiese.
Taylor vestÃa una toalla atada a su cadera que cubrÃa todo su cuerpo, dejando el dorso al aire. Su pelo estaba mojado, y con delicadeza frotaba el cepillo contra sus dientes poniendo divertidas muecas enfrente del espejo de la habitación.
Yo le observaba atenta, con los ojos medio cerrados para que no me descubriera. La verdad es que Taylor estaba realmente irresistible, su dorso era precioso y ese toque de rebeldÃa en su pelo le hacia parecer mas interesante.
En ese momento simulé que me despertaba frotándome los ojos. Abriendo enormemente la boca, simulando un bostezo.
-Ya estás despierta. Me dijo. -En marcha, ¿que te parece si vamos a dar una vuelta por la ciudad?
Sonreà y me dirigà a la sala de estar a ponerme los zapatos. Me peiné un poco y, tranquilamente, cogà la chaqueta dispuesta a salir por la puerta.
Él, mientras tanto, se vestÃa con rapidez en la habitación.
Cuando terminó, yo ya le esperaba en el portal jugueteando con el picaporte de la puerta. Se agitó el pelo por última vez, y cogió las llaves.
En la calle, el viento agitaba los arboles bruscamente y los sacudÃa como si pretendiera robar sus hojas. Hacia frÃo, mucho frÃo. Y Taylor llevaba la bufanda morada que tres semanas antes le habÃa regalado su hermana por su cumpleaños.
Todo parecÃa gris y oscuro. Con aspecto lúgubre. Daba la impresión de que hubiera sido agitado por el viento, a la vez que roto por el frÃo. Nadie paseaba por la calle.
En las casas, no existÃa señal de vida, ni cortinas abiertas, ni persianas subidas, ni berridos de bebés buscando la compañÃa de sus madres. Nada, todo estaba vacÃo.
Todo parecÃa gris y oscuro. Con aspecto lúgubre. Daba la impresión de que hubiera sido agitado por el viento, a la vez que roto por el frÃo. Nadie paseaba por la calle.
En las casas, no existÃa señal de vida, ni cortinas abiertas, ni persianas subidas, ni berridos de bebés buscando la compañÃa de sus madres. Nada, todo estaba vacÃo.
No querÃa seguir ahÃ, todo me inquietaba. Asà que en seguida, busque la mano de Taylor y la agarré con fuerza.
Todo lo rápido que pude, le guié hasta el bosque de la ciudad con propósito de enseñarle algo.
Minutos después, conseguà llevarle hasta el enorme lago que se escondÃa dentro del bosque, donde habÃa pasado la mayorÃa de mis veranos cuando todavÃa iba a la escuela. Era raro, pero siempre consideré ese lugar un sitio mágico. Apartado de la realidad.
El viento no azotaba, ni el frÃo nos perseguÃa. Todo parecÃa haberse parado, incluso el tiempo.
Me sentÃa niña otra vez y la calma que antes ansiaba, ahora toda me pertenecÃa. Relajadamente me senté sobre una roca, mirando el reflejo sobre el agua de la luna otoñal tan bonita.
Todo era perfecto.
-¿Que es este lugar? Preguntó Taylor.
-Mi santuario.
Me miró asombrado. Segundos mas tarde comenzó a girar la cabeza con intención de contemplar la belleza del paisaje. Suspiró y se desplomó sobre el suelo. Dándome por vencida frente a su impaciencia, decidà contarle una historia.
-Cuenta la leyenda que en este lago...
Me sentÃa niña otra vez y la calma que antes ansiaba, ahora toda me pertenecÃa. Relajadamente me senté sobre una roca, mirando el reflejo sobre el agua de la luna otoñal tan bonita.
Todo era perfecto.
-¿Que es este lugar? Preguntó Taylor.
-Mi santuario.
Me miró asombrado. Segundos mas tarde comenzó a girar la cabeza con intención de contemplar la belleza del paisaje. Suspiró y se desplomó sobre el suelo. Dándome por vencida frente a su impaciencia, decidà contarle una historia.
-Cuenta la leyenda que en este lago...
Continuará.